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Inicio » 2009 » Marzo » 19 » BUNBURY EN ACAPULCO: Un huracán sónico que azotó la mítica bahía
7:18 PM
BUNBURY EN ACAPULCO: Un huracán sónico que azotó la mítica bahía



Enrique Bunbury ofreció un concierto más sobre cielo guerrerense tras casi 15 años de no hacerlo (24 de mayo de 1994, Festival Acapulco ’94, con Héroes Del Silencio), y aunque tuvo que aplazar la hora señalada gracias a la falta de una logística vial adecuada por parte de las autoridades acapulqueñas, el cantautor respondió con creces a las expectativas tanto de su público como del lugar donde se presentó la noche del pasado 14 de marzo, tras agotar prácticamente todo el boletaje para su show, algo que ni Café Tacuba ni Fobia consiguieron con anterioridad. He aquí los detalles.

SE GESTA EL TORBELLINO
Desde las primeras horas de la mañana del pasado sábado 14 de marzo, el viento que llegaba del océano hasta la majestuosa bahía de Acapulco, llevaba consigo información codificada del fuerte ventarrón sonoro que azotaría el Foro Mundo Imperial horas más tarde. La playa ubicada en la costera Miguel Alemán por ejemplo, lucía una precautoria bandera roja, señal de que el mar iba a besar violentamente al puerto infinidad de veces sin siquiera pedirle permiso.

Un helicóptero de la Marina mexicana se paseaba también señalándoles a los turistas, muchísimos de ellos spring breakers norteamericanos que acudieron a este destino turístico por excelencia, como abejas a un suculento panal de fiesta, desenfreno y juerga sin restricciones; la peligrosidad del oleaje que bañaría la costa acapulqueña durante todo el día.

La mejor parte del caos empero, inició ya entrada la tarde, al momento en que todos partieron hacia la llamada “zona diamante” a sentir el huracán que Bunbury tenía preparado. Y es que tal cual acontece con la zona de Santa Fe en el Distrito Federal si quieres entrar o salir de ella por Observatorio, sólo hay una carretera de acceso hasta el acapulqueño Foro Mundo Imperial.

Así entonces, desde las 7 y media de la noche, las ondas hertzianas de la cadena estatal Soy Guerrero, lideradas por su director Emilio Moreno López, señalaban desde la frecuencia del 97.7 de FM, el colesterol maligno que taponaba el Bulevar de Las Naciones y su única vía, la carretera Escénica, en tanto los locutores mostraban algunas carencias en relación a datos y detalles de los álbumes relacionados con la carrera solista de Bunbury.

A muchos de quienes iban literalmente “a vuelta de rueda” sobre el camino, les extrañó sobremanera de hecho el que los conductores hicieran énfasis repetidamente, en invitar a los fanáticos a comprar los souvenirs que se ofrecieron afuera del recinto, prometiendo inclusive un futuro autógrafo “si comprabas una playera”, algo que es casi imposible que suceda, a menos que el management de Bunbury haya decidido de ahora en adelante, vender las firmas que Enrique le ha negado a sus seguidores mediante una firma de autógrafos, actividad que no realiza desde ‘El Tiempo De Las Cerezas’.

Finalmente, a la usanza de esos festivales al aire libre donde las vías de comunicación se vuelven tortuosas trampas mortales, y quizá tras recordar el escándalo que se suscitó tras el último show de reencuentro de Héroes del Silencio en Valencia en el 2007, donde miles de personas no lograron llegar al estadio para ver al grupo gracias al caos vial, no fueron pocos fans quienes resolvieron bajarse de sus automóviles o del taxi para caminar hasta el sitio.

INICIA EL TORNADO
Visto desde fuera, el Foro Mundo Imperial luce como una nave del espacio que llegó hasta uno de los sitios más altos de Acapulco, y se posó ahí para ser vista por todos. En su interior, guarda muchas similitudes con el Auditorio Telmex de Guadalajara, Jalisco, incluido un audio de primerísimo nivel, el cual te permite escuchar perfectamente bien desde cualquier sitio, por lo cual quizá pudieran hacerse deducciones de quién estuvo detrás de su construcción, o a quién habrá que agradecérsela, algo que Enrique mencionaría entrado el concierto.

La hora de inicio estaba pactada para las 21 vueltas al reloj. No obstante, el que poco menos del 50% (de unos 4 mil asientos) del aforo hubiese sido ocupado, mientras en las taquillas no quedaban siquiera 100 boletos, provocó que la organización resolviera retrasar el inicio del torbellino sónico hasta las 10 de la noche, tiempo en que las rechiflas por el retraso mezcladas con los coros de “Enrique”, “Enrique”, se hacían cada vez más insoportables para los oídos.

Pero llegó el momento en que el los halos de halógeno que iluminaban el lugar, se difuminaron rápidamente hasta materializarse en una densa penumbra, la cual fue mancillada a continuación por las imágenes expulsadas desde las pantallas apostadas a los lados de una plataforma roja, sobre la cual se posaron lentamente los guitarristas Jordi Mena y Álvaro Suite; el pianista Jorge Rebenaque, el bajista Roberto Castellanos y el baterista Ramón Gacías.

Así, y en medio de esas armonías Stonianas que se adivinan en “El club de los imposibles”, apareció Bunbury para provocar un estruendo total y absoluto. El show había arrancado por fin, y con él el torbellino sonoro que por más de dos horas sacudió conciencias, arrancó gemidos de placer y llanto, y ya entrado el evento hizo volar sobre el escenario, una micro tanga femenina la cual pasó como saeta arriba de la cabeza de Bunbury, quien al ir a inspeccionar el proyectil, se dio cuenta de su naturaleza y la mandó hasta el fondo del stage.

Enfundado en el mismo traje oscuro con aplicaciones plateadas que ha utilizado durante su Hellville De Tour 2009, Bunbury despidió la primera canción con un estruendoso “¡Buenas noches, cabrones!”, celebrado al unísono por toda la concurrencia, para cederle el protagonismo escénico a “La señorita hermafrodita”, esa pieza de rockabilly Presleyteriano que envuelve la historia de un encuentro entre su autor y una persona cuya sexualidad está marcada por ambos lados de la moneda.

Continuó con “Hay muy poca gente”, a cuyo término hizo referencia a la gente que se había confiado al salir hacia el Foro Mundo Imperial: “Nos fastidia que haya hermanos y hermanas que se hayan quedado atascados, que tengan ustedes que pasar por este atasco, ¿no?”, dijo, para enseguida iniciar un discurso ahora ya recurrente antes de arrancar el siguiente tema: “Esto puede dolerles, y puede dolerles hasta lo más profundo de las entrañas y de las vísceras”, sentenció, arrancándose enseguida con “Bujías para el dolor”, cuyos coros, extraídos de la más pura tradición boy band, realmente no provocan ni el más mínimo asomo de dolor, más bien una risita sarcástica, a quienes realmente están infectados con el virus del rock.

RUMBO AL CLÍMAX DEL HURACÁN
“Puta desagradecida”, esa rola que tantos rumores desató en la búsqueda de su real destinataria, se acomodó en el set list de los recuerdos junto con “Que tengas suertecita”, “Sácame de aquí”, “Ahora, “El extranjero”, señalada por Bunbury como una que “nos representa un poco a todos los que cruzamos alguna frontera”, “Alicia (expulsada al país de las maravillas)” e “Infinito”, momento para el cual Enrique vestía ya esa camisa roja tapizada de estrellas inspirada –pensamos- en los trajes de Jimi Page con Led Zeppelin.
Una vez más las pantallas cegaron a la concurrencia con un collage de películas de horror serie b, cuyo metraje no hacía más que esperar el track que le da inicio a su nuevo álbum: “El hombre delgado que no flaqueará jamás”; al cual le siguieron “Sí”, la composición de Adriá Punti cuyo pegamento sonoro se empotró ya sobre la memoria colectiva de Enrique y sus incondicionales, además de “El rescate”, “Apuesta por el rock and roll” y “Lady blue”, canción transformada en controversia entre los fans, por haber sido despojada de su espíritu sonoro original, para ser cambiada a un pastiche de guitarras pretendidamente más crudas.

Tras finalizar el tema, los músicos y el propio Bunbury se retiraron, para hacer cumplir ese viejo ritual del rock and roll, de regresar envueltos en furibundos gritos de “otra, otra, otra”, aunque antes de comenzar con el encore, Bunbury dedicó otra serie de palabras a su público:

“Hacía mucho tiempo que no estábamos con ustedes, y ahora lo bueno es que podemos venir muchas veces. ¿A quien hay que darle las gracias, a Luis Miguel?" Y enseguida se escuchó una ráfaga de metralla sonora donde los chiflidos y los “buuuuh” se magnificaron hasta que el propio cantante interrumpió a sus fanáticos para pedirles respeto ante todo.

Y enseguida se refirió a otro personaje que seguramente ninguno de sus seguidores adolescentes conoce: “¿A Johnny Weissmüller?” dijo (Johnny Weissmüller, el actor más importante de la saga de películas de Tarzán en el mundo, quien pasó la última parte de su vida y fue enterrado en Acapulco) para ya después apuntar: “Seguro que hay aquí un gobernador, hay que agradecerle que haya construido este foro que permite que hoy estemos aquí”, manifestó.

He ahí donde inició el momento climático de su actuación en Acapulco, porque después de ofrecer “El anzuelo”, una de esas canciones desenterradas que no forman parte de la columna vertebral del Hellville De Tour; ¿Por qué las cosas cambian?, y “El viento a favor”; Bunbury fue poseído por una especie de demonio ancestral, un Belphegor escénico que se metió en su cuerpo y estuvo a punto de provocar algún acontecimiento inusitado.

Todo comenzó antes del segundo encore, al momento en que sacó su botella personal de tequila, y baño con el preciado líquido a varios de los asistentes de las primeras filas. Acto seguido,
durante la representación escénica que realiza en “No me llames cariño”, donde inclusive golpea con inusual saña el piso con sus botas, pateó una cámara fotográfica para después agarrarla y decirle a su atónita propietaria “¡No tiene flash!”.

En algún momento de esa catarsis etílica a lo Primal Scream que atacó a Bunbury, acompañada de una serie de gritos y movimientos corporales propios de un poseído, tomó la base de su micrófono y la blandió peligrosamente en el aire, como si buscara descargarlo sobre alguien.

Para quienes vivieron hace muchos años en México un capítulo similar, donde Enrique le pegó con la base del micro a un fan en la cara, en el Rock Stock si las reseñas no se han perdido en la inmensidad del tiempo; el recuerdo de dicha acción pasó como un peligroso flashback mental, aunque por fortuna sólo quedó en un amago. Mientras tanto, en el borde del paroxismo Bunbury incluyó un fragmento que no aparecía en el set list oficial: “One, Two, Three” sonó para regresar casi enseguida al final de “No me llames…”.

LOS RESTOS DEL TIFÓN

Entonces apareció el exorcismo orgánico de “Canto”, una serie de estrofas con el tino de ponerle freno a un tren en descontrol, a una fuerza sonora sin freno cuyo poder destructivo había dejado ya para ese momento, a 4 mil espíritus vacíos de voluntad, entregados completamente al artista.

“…Y al final” se escuchó en medio de la melancolía generalizada por saber que todo está por concluir. “Muchas gracias Acapulco, hasta siempre”, dijo Bunbury para enseguida abrazar a sus músicos, y realizar la reverencia del adiós, o de un hasta pronto cuya fecha por ahora ni siquiera él mismo conoce. “El tiempo de las cerezas” se quedó en el set lista para ser interpretada… Cosa que no sucedió.

Un huracán escénico había pasado por la legendaria bahía mexicana, y aunque para regresar a la “civilización”, la gente que acudió al show habría de soportar otras dos somníferas horas de traslado hacia sus casas o a continuar con la fiesta, ningún esfuerzo habría hecho que cambiaran de opinión respecto a llegar hasta el Foro Mundo Imperial para presenciar un espectáculo potente, con una vista ideal y un sonido inmejorable. Habían sido víctimas de un tifón musical y escénico llamado Bunbury… Y lo demás seguro no importaba.

Visiones: 512 | Ha añadido: LuisburyZineNet | Ranking: 0.0/0
Total de comentarios: 1
0  
1 ENRIQUIN   (19 de Julio 2010 4:02 PM) [Material]
HOLA KE TAL EL MAESTRAZO VUELVE A MEXICO Y VENDO 2 BOLETOS PRIMERA FILA EN EL FORUM IMPERIAL DE ACAPULCO PARA EL 31 DE OCTUBRE DE 2010 INTERESADOS COMUNICARSE AL CORREO paul-is-love@hotmail.com

saludos


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