La leyenda dice que uno hace rock para ligar. No. Hay un componente de vanidad, pero cuando te acabas dedicando a esto, tienes que saber minimizar esa parte. Si no, estás perdido.
¿Por qué? Porque venimos de una tradición, la de la música popular, que es oral y en la que lo importante es la canción y el intérprete es solo un vehículo.
Sin embargo, usted cada vez se significa más. El ejemplo es la frase que le dijo a Cohen en la ceremonia de entrega de los Premios Príncipe de Asturias: "Tenga cuidado, igual estos días tiene que estrechar la mano a alguno de los que mataron a Lorca". Era una frase que leí en Internet e iba al final de un discursillo que me pidieron para la entrega. Creo que tuvo más repercusión de lo que debía. La gente que estuvo en el teatro percibió la puya, pero creo que no era para tanto.
¿Le dijo algo Cohen? No, en los camerinos me dio la mano.
Fue usted valiente: cuando decidió ser cantautor, el concepto tenía una pátina a cosa de progres de los setenta. No fue una decisión meditada. Componía canciones que no encajaban en el grupo y quería publicarlas. No fue valiente, fue necesario.
Y diez años después, ¿tan poco se vende como para regalar la descarga de su disco? Bueno, ya que la gente va a acceder a él descargándolo, se lo facilitamos nosotros.
¿Y lo del vinilo es fetichismo? Yo también soy comprador de música y me gustan los vinilos. Incluso me gustan los compactos.
¿Ha cambiado algo por haber entrado entre los artistas más vendidos? No, la percepción de la gente con respecto a eso es equivocada. Las cifras de ventas son ridículas.
¿Por qué vive en Gijón? Porque se está mejor, se camina más lento y hay menos tráfico. Mi objetivo es terminar en el campo con mi huerta y mis perros.