Los días 16 y 17 de febrero, el performer franco-chileno desembarca en Argentina. Dos conciertos para desatar su melodrama punk de chansonier irredento. Antes de su llegada, Oir Mortales charló con él.
La historia de Adanowsky está construida sobre el material inflamable de los mitos. No podía ser de otra forma: el muchacho es hijo de Alejandro Jodorowsky, el artista chileno que dirigió El Topo y se convirtió en chamán de su propio credo psicomágico. El tipo que le negó un protagónico a George Harrison (no quiso mostrar un primer plano de su ano para La montaña sagrada) y bautizó a su hijo como Adán. Si, Adanowsky. Su currículum no es menos impresionante: que es actor y pianista, que James Brown le enseñó sus primeros pasos de baile, que Harrison sus primeros acordes de guitarra, que armó una banda punk llamada The Hellboys.
Luego, a partir de 2006, vinieron las canciones en plan solista teatral y decadente. Tres discos y dos alter-egos (El Ídolo y Amador) capaces de atravesar una muñeca de trapo con un cuchillo en la miel del melodrama o desnudarse en escena. Algo de todo eso promete para Argentina: Adanowsky va a estar tocando el 16 de febrero en la Fiesta Hawai de El Podestá (Armenia 1749, Palermo) y luego, al otro día, en la sala del Café Vinilo.
-¿Con qué plan vas a encarar estos conciertos en Buenos Aires?
-Con el plan de bailar, de besar, de desnudarme, de gritar, de sudar, de gozar.
-¿Cuál es tu relación con la ciudad?
-La primera vez que vine a tocar a Buenos Aires, nadie me peló. Me fui deprimido pero con la intención de volver un día y embrujarlos a todos. Es lo que hice, no sé si los embrujé, pero la gente me recibió con los brazos abiertos, me dio alegría. Amo Argentina. Ese país es como una mujer: no hay que ser un bruto; tienes que acariciarlo primero y después entrar con paciencia.
-De algún modo, la canción argentina tiene muy presentes los elementos de melodrama y decadencia. En tu caso, ¿de dónde vienen?
-Toda mi vida escuché boleros y tangos. Hasta lo bailé durante años. Así soy, hago melodramas. La vida es para mi una magnifica tragedia.
-Sobre el escenario, el límite entre vos y los personajes parecen bastante difusos. ¿De qué modo te comprometes con las canciones?
-Sí, nunca supe realmente por qué estoy creando personajes. Seguramente para no aburrirme de mi mismo. O más bien para divertirme. Eso es: soy un niño, nunca crecí. Tengo 5 años. Toda mi vida me disfracé y nunca dejaré de hacerlo. Un niño aburrido se vuelve más tarde un viejo aburrido, nunca seré eso. No hay límites. El límite te lo pones tu mismo. Nunca me impedí realizar un sueño mío, nunca.
-Más allá de los estrictamente familiar, la obra de tu padre ¿qué clase de influjo es para vos?
-Ya me olvidé. Lo amo, eso es todo.