Desde su lado de la cama, Manuel Torresano, capo del sello madrileño Siesta, me ha prohibido que haga fotos de nuestra habitación en el Wyndham Garden Hotel, de Austin, Texas. Dice que, si lo hago, podrían írsele a la mierda los negocietes que vienen a resolver. (Ojo, tradúzcase “nuestra” como mía, suya, de Manu y Ernesto, mis compañeros de banda).
-El tópico de que en América todo es más grande se ha cumplido hasta ahora con las Coca-Colas del avión y los aros de cebolla que llevaba la hamburguesa The Ring que cené anoche... No se puede decir lo mismo de las camas dobles. -En fin, me prometo intentar lograr un documento gráfico de la habitación 314 antes de que esto se acabe. -Pero rebobinemos. ¿Qué demonios es este diario? -Me llamo Pablo y toco el bajo en Delco, una de las ¿12? ¿15? (prometo confirmar la fecha exacta) bandas españolas -incluídas las madrileñas Los Coronas, Underwater Tea Party, Hyperpotamus o The Right Ons- invitadas, entre los días 18 (hoy) y 22 (el domingo) de marzo a tocar en el prestigioso festival South By Southwest. Sí, yo tampoco conozco la razón por la que una localidad de 750.000 habitantes en mitad de ninguna parte se ha convertido en la meca de la música indie, una cita ineludible para todo el que es algo o quiere ser algo en el inestable negocio de la música. -Durante esta semana, Austin se pliega al desorden causado por los guitarrazos de más de 1.000 bandas venidas de todo el mundo... y a las elucubraciones de managers, sellos, promotores, etcétera, por dar con la siguiente next big thing con la que salvar la próxima temporada. -La gracia añadida está en que TODOS los grupos tocan en bares, tabernas, e incluso iglesias, de la ciudad. Y que no se discrimina en función de los galones. -Y, hasta el momento, me lo estoy creyendo. Sólo dos ejemplos: -Adivinen quién venía en el avión Chicago-Austin que cogimos ayer. Jarvis Cocker, ex líder de Pulp, banda emblemática de la era britpop, de los años noventa. Adivinen dónde iba sentado. -En la última fila (esto es, en clase turista), embutido entre la cocinita y el baño. La crisis es para todos.
-Anoche, acabamos en un garito llamado Emo's, una especie de nave reconvertida con dos espacios. En el primero, tocaba un bluesman negro y curtido; en el otro, The Drones, banda americana de Seattle que tocarán en el Primavera Sound en mayo y que anoche pudimos ver desde primera fila. -¿Dónde se encuentra uno unas condiciones tan favorables para ver todo un conciertazo? Desde luego no en las salas o festivales españoles. Sin olvidar que, a continuación tocaría, en el mismo escenario y, en apariencia para la misma reducida muchachada, nada menos que Micah P. Hinson. Ah, y que las cervezas costaban 3 euros. -Pero no nos quedamos a ver al señor Hinson, porque el desajuste horario empezaba a hacer mella. Y porque hoy hay que levantarse pronto (escribo esto a las 8 de la mañana) para acreditarse y empezar a exprimir la programación de música (hasta ayer el SXSW se centraba en el cine; los conciertos empiezan hoy, y cómo: destacan nombres como M Ward, Andrew Bird, Department of Eagles, Peter Bjorn and John, Eli Paperboy, Camera Obscura, Glasvegas, Telepathe... No sé cómo lo vamos a hacer). Además, a las 20:00, en el Esther?s Follies, la fiesta de Sounds from Spain, con la actuación de Nacho Vegas, The Right Ons, etc. He prometido, con toda lógica, escribir sobre la experiencia de las bandas españolas en el festival, con especial atención a las madrileñas, y no sólo sobre la mía, Delco. De momento, sólo he sabido, por Raquel, de Gibson España, que los granadinos Elastic Band han cancelado su participación, e intentarán participar en el North by Northeast que se celebra en junio en Toronto. Una pena, cuantos más seamos aquí, mejor. Seguiremos informando.
En primer lugar, mis más sinceras disculpas, en caso de que haya ahí fuera, al otro lado del ciberespejo, alguien interesado por este diario desde que inauguré hace unas 24 horas. Lamento que la reproducción de la primera entrega se interrumpiera a la mitad. Como diría el ínclito José María Aznar con su mejor acento tejano: 'estamos trabajando en ellio'.
Todo lo contrario sucede en el SXSW, un prodigio en términos de logística, organización y atención a los detalles. Que se lo digan a Los Coronas, que ayer por la mañana alucinaron con la acústica y el equipo de Sonny's, la tienda de ropa de segunda mano en la que dieron el primero de los muchos conciertos que tienen programados. Fuimos hasta allí con ellos y con su acojone colectivo por no haberse traído ni caja ni platos para la batería. No hicieron falta ninguna, gracias al buen hacer de “Y di que también gracias al grupo que tocaba después”, me insisten, “que nos dejaron su caja”. El grupo era The Breakers, una especie de banda de rock-soul a lo Them procedente de Copenhague.
Da la sensación de que aquí no puede haber un concierto malo desde el punto de vista técnico, porque entre el público de cualquiera de ellos siempre hay alguien dispuesto a ayudar, o con cuerdas nuevas de guitarra encima si hacen falta, o con conocimientos absolutos de sonido como para hacerse cargo de una mesa de mezclas. En parte, porque estamos en el país del rock. Pero también porque hay un enorme respeto colectivo por lo que aquí está pasando estos días: los horarios se cumplen, la gente guarda silencio durante las actuaciones y hay una sensación de buen rollo generalizada. Esto no es Woodstock, la gente no ha venido por los aspectos colaterales de una reunión masiva al aire libre, como el barro, el sexo o las drogas, sino por la música.
Un ejemplo perfecto de todo lo anterior fue el magnífico concierto que M. Ward dio ayer, al caer la tarde, en la Central Presbyterian Church. Probablemente uno de los artistas indie estadounidenses mejor valorados en la actualidad y con memorable nuevo disco recién salido del horno. No defraudó. Armado tan sólo con una guitarra electroacústica, bajo la enorme cruz que preside tan sagrado escenario y en penumbra, se crearon todas las condiciones para una experiencia que admite calificativos como mágico, lisérgico y demás aspavientos lingüísticos. Vamos, que fue una pasada. Que mereció la pena esperar cola ¡ante una iglesia! durante una hora y media (quién me lo iba a decir...).
Fueron, como siempre, apenas 40 minutos. De nuevo, el carácter intrínsecamente democrático de este festival. Da igual quién y cuán famoso o esperado seas, aquí tocas tus 40 minutos y luego te piras; no tienes ni un minuto más, ni para atender peticiones de bises (que por eso mismo, no se escuchan nunca entre el público) ni para saludar a tu madre.
Lo saben bien los Right Ons, que anoche salvaron el Sounds from Spain a base de encadenar temas, discursos y acrobacias, sin dar un respiro a la creciente audiencia. No puedo hablar de las actuaciones de Nacho Vegas o Underwater Tea Party (aún seguía en la iglesia presbiteriana) pero la verdad es que cuando llegue al Esther's Follies había más gente en el bar que en la zona del escenario, donde sin mucha convicción, tocaban y cantaban La habitación roja. La cosa, como digo, cambió radicalmente cuando dejaron paso al Cirque du Soleil funky en que se están convirtiendo The Right Ons.
Y esto es sólo parte de toda la música (picoteé de más de 20 conciertos distintos) que deglutí ayer. Y quiero más.
Por cierto, ayer volvimos a chocarnos con Jarvis. Andaba el hombre solico por el Austin Convention Center, sentado en una mesa haciendo figuras con piezas de Lego proporcionadas por la organización. Algo le pasa.
Y para empezar, otra ración de disculpas: NADIE de Fundacion Autor viabaja en el mismo avión que Jarvis o yo el otro día. De hecho, las personas de Fundacion Autor que se han desplazado hasta el SXSW ya estaban en Austin mientras el señor Cocker y un servidor aún surcaban los aires, habiendo volado, tal y como me han confirmado en persona, en clase turista, como siempre hacen. Por lo tanto, mi comentario sobre lo curioso que resulta encontrarse a una estrella como el ex líder de Pulp viajando en turista -como yo- mientras, en el mismo avión, una persona de Fundacion Autor va en Primera, es totalmente falsa y un error que nunca debería haber ocurrido. Mea culpa; mis sinceras disculpas para las personas a las que esta metedura de pata pueda haber afectado de manera poco grata. Me queda por confirmar a qué organismo pertenece la persona a la que saludé al pasar por primera antes de ocupar mi asiento en aquel Chicago-Austin de American Airlines que los Delco cogimos el pasado martes. Por otro lado, cuando ayer recibí noticia de la gamba (se me están acabando los sinónimos...) no pude evitar alegrarme un poco: vaya, eso significa que hay alguien ahí fuera que sigue este diario! Gran noticia (la mejor posible para cualquier bloguero), que a uno le anima a seguir con ganas (cada vez mas necesarias a medida que pasa el festival y se acumula el cansancio físico; escribo a las 7 de la mañana desde el hall del hotel...). No es mi único esfuerzo. Siendo, junto a We Are Balboa, el grupo madrileño con menor cantidad de bolos previstos (sólo daremos un concierto, el sabado, a las 20.00, en Mother Eggan?s, mientras que gente como The Right Ons o Los Coronas tienen unos 4 y 7 conciertos respectivamente), eso no quita para que no lo preparemos. Y cómo: ayer por la mañana, inauguramos las Unplugged HotelRoom sessions, que consisten en tocar nuestros instrumentos sentados en las camas de nuestra habitación del Wyndham Garden Hotel. Algo hay que hacer para poner los dedos a punto cuando no has ensayado en las últimas cuatro semanas: tras terminar la grabación de Sophomore, nuestro esperado -sobre todo, por nuestras madres y nuestro sello, je- segundo disco, decidimos no vernos las caras hasta subir al avión para el SXSW. Y creo que ya lo he dicho, pero no deja de sorprenderme lo bien que suenan todos los conciertos, ya se celebren en una sala convencional -como el Elysium-, en un escenario al aire libre al mas puro estilo Metrorock -como el Auditorium Shores Stages, ocupado por un Elvis Perkins mas dylaniano que nunca- o bajo una carpa de plástico, como la que dio cobijo al segundo acto de la plataforma Sounds From Spain -por fin pude ver a Nacho Vegas y a Underwater Tea Party; ambos dieron conciertos notables, sobre todo teniendo en cuenta que eran las cinco de la tarde y que tenían que competir con la paella y el Marqués de Cáceres a los que invitaba la organización. Otros se adornan con trajes blancos perlados de coloridos pedruscos y montan efectistas liturgias en las que hacen gritar al público, fingiendo dramáticos desacuerdos sobre la pericia del bajista novato. Me refiero a los muy míticos Bar-Kays, que con su célebre Soul Finger, arrasaron a última hora en el Dirty Dog Bar. Es una receta infalible: puro R&B, soul y funky de la casa madre, Stax, que casi casi resucita a James Brown. Cosas mas raras se han visto en una ciudad cuyo lema no oficial es Keep Austin Weird [algo así como Mantén Austin raro]. Un día de estos haré recuento de las rarezas que llevo vistas por aquí; créanme, no son pocas...
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